Demostración vulgar de poder

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El ministro aparece en escena, sabe que con su rápida aparición los ánimos se calman, se pone del lado de la "gente" y como proyecta poder nadie le va a decir nada, van a "arrugar".

El ministro recibe puños, una paliza, nadie lo respeta, lo tiene que sacar del lugar la policía, el castigo recibido parece excesivo pero ¿Qué significaba para los que protestaban su presencia? Al parecer nunca pudo predecir su destino, no lo esperaban para abrazarlo sino para molerlo a golpes.

¿Por qué los políticos ya no pueden leer los ánimos de la gente?

El caso de Berni es un ejemplo de lo que poco a poco se está desatando, el desprecio habitual por la clase política se combina con la falta de miedo ante las consecuencias de actuar.

Si un criminal puede salir libremente cometiendo delitos más graves ¿Por qué me van a encarcelar a mí por una piña? Tendré de mi lado, siempre, al pueblo, las masas, la revuelta popular es siempre eso, popular, no privilegiada.

Durante estos días muchos se desgarrarán las vestiduras hablando de "no se justifica la violencia" o "esto está mal", pero son salvadidas para quien está hablando (usualmente un periodista ensobrable) y no un mensaje sincero. 

La violencia está mal, pero es una consecuencia, no una causa. Se llega a la violencia y no por acto de magia.

Berni fue a presentar un show, un show que ya no es creído ni aceptado, un show a destiempo, un colectivero muerto, tres colectiveros muertos, año electoral y aparecer a dar un show de macho-man, todo un cóctel que podía haber notado que le iba a salir mal.

Sin custodia, sin saber quién lo esperaba, sin esperar la piña que lo dejaría casi K.O.

Las piñas provienen, casualmente, de sus "bases", el peronismo duro gremial, ese que un día te eleva al poder y al otro te caga a trompadas. Pero también se hartan porque, al fin y al cabo, son los que ponen el cuerpo todos los días en la calle, no Berni, ellos.

El tipo se dedicó a hacer un show permanente, mostrarse militar, policíaco, con uniforme y armas que no le corresponden, todo el sueño del milico frustrado que nunca fue, creyendo que podía inventar su imagen y un personaje que ya nadie compra.

A punto de ser linchado la Policía de la Ciudad fue la que intervino para salvarlo, la policía rival, la propia tardó 20 minutos en llegar.

El ministro, luego de recuperarse, no dudó en ir a los medios a acusar a quienes lo habían rescatado, a los rivales, a hacerse nuevamente el macho. No puede leer la calle, la calle lo cagó a trompadas.

Ya no pueden caminar tranquilos, va a necesitar custodia como casi todos los políticos, su inacción, o su acción sobreactuada, no resolvió ni uno solo de los problemas de la provincia en la que es ministro.

Hay más delincuencia, hay más muerte, más balas, más chorros. Él es el ministro, él es el responsable al final de todo, sus usuales demostraciones vulgares de poder se encontraron con una piña, merecida aunque ilegal.

El show del macho terminó.


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