No sé si todos lo notan pero para mi es evidente, nos odian. ¿Quién? ¿A quién?
Hay una gran cantidad de energúmenos-parásitos que suelen vivir de la teta del estado adaptándose a cualquier hueco que encuentran, mimetizándose, creando una imagen de "funcionarios" pero que en realidad son sólo eso, parásitos.
Este tipo de personaje nos odia ¿Por qué nos odia? Bueno... porque sabe que es un parásito y quiere ser aristócrata, tener privilegios.
Esto es fácil notarlo ante las medidas que toman políticos y funcionarios en contra de cualquier ciudadano que pueda asomar la cabeza por encima de la media.
Es bien sabido que nos quieren brutos y pobres y una de las formas de sostener eso es a fuerza de impuestos, medidas sin sentido, burocracia y restricciones, cuando más inconstitucional mejor, pero si la disfrazan con nombres populistas mejor.
El funcionario público habitual es un ser que suele carecer de virtud y mérito alguno, carece del estudio, carece del esfuerzo, carece de las facultades mínimas para su cargo. Lo sabe, no es que crea que es superior intelectualmente, pero sí se siente superior en un nivel de casta social.
Su rol en la sociedad es apropiarse de un espacio, de un pedestal, un zángano que no trabajará nunca pero quiere, sueña, añora con mandar a los demás.
Usualmente este tipo de seres nunca han sido buenos para nada, por eso no se caracterizan por haber participado jamás de actividad privada alguna, no han tenido empleo, no han tenido que demostrar su valía. Asumen que eso es para "tontos" y que ellos, genios de la vida, merecen mucho más.
Así pues establecen todo como para ubicarse, les lleva años, algunos pueden esperar décadas, pero poco a poco reúnen papeles de supuestos logros y/o cursos que se acumulan hasta transformarse en una especie de currículum vitae de aquél que nunca hizo nada.
Su presencia permanente en ambientes políticos y públicos los hace parecer relevantes "por algo estará aquí", se van acomodando, un día logran un nombramiento, al otro se olvidan de él y lo dejan ahí durante años, no trabaja, por ende no rompe nada, cobra un sueldo y con eso se mantiene.
Hasta que llega la época de las vacas gordas y el dinero fácil.
Hay una única oportunidad en la vida en la que esta gente toma una pala y no es para palear tierra ni escombros, es para palear dinero que roben.
En época de buenaventura no se notan, pueden hacerlo sin problemas, nadie nota ni su presencia ni su desfalco, pueden hacerlo porque, como todos tienen el estómago lleno, nadie se queja.
Cada tanto salta algún caso de corrupción, son los grandes, aquellos que robaron más de la cuenta y, en particular, evadieron a su propio jefe/líder a quien debían cederle una parte. Ya saben, la codicia es terrible hasta en los corruptos.
Pero cuando la vaca se secó estos parásitos cambian completamente de actitud: de pronto odian al resto.
Odian al que consiguió algo por su esfuerzo y dedicación. Tratarán, por todos los medios, de impedirles tener, ser, poseer al mismo nivel que ellos.
Un ejemplo muy claro de esto es el dólar y cómo cualquier funcionario oficialista puede tener acceso al ficticio "dólar oficial" mientras que aquél que trabaja y toma la verdadera pala. Para ése nada, no hay dólares y al "blue" lo llaman abiertamente "ilegal" para, encima, enrostrarle una moralidad falsa desde el más inmoral de todos.
El parásito se siente, asume, que es de una casta especial, no está allí por valerlo sino porque logró ubicarse, ve eso como su propio mérito, no puede tolerar que un tipo que evitó corromperse y decidió hacer el verdadero esfuerzo acceda a un iPhone o a viajes. Los quiere todos para él y para el "bueno" nada, porque bueno es él (o de eso trata de convencerse).
Cada vez que un funcionario público, especialmente del peronsimo que es el "movimiento" más corrupto e inmoral posible y promotor de esto, te habla de "méritocracia" y que la susodicha es "un engaño de la derecha" o estupideces así te está diciendo otra cosa.
Te está diciendo, sin ocultarlo, que el esfuerzo y dedicación, el trabajo y la humildad, no dan fruto, no son mérito para él. Mérito es robar, corromper y parasitar. Él es el único que lo merece y no vos porque él es de la aristocracia argentina.
¿Tenemos aristocracia? ¡Por supuesto! Ser funcionario público es un título de nobleza, hay rangos al igual que en la nobleza.
¿Condes, Barones, Príncipes, Reyes? Bueno, tenemos Secretarios, Ministros, Diputados, Senadores y Presidentes, todos emulan la estructura vertical aristocrática, pero especialmente algo que los une indiscutiblemente: la falta de mérito alguno para ubicarse en una escala social vertical y ficticia.
Así como el "rey" tenía "derecho" por su "sangre", es decir, carente alguno de virtud pero como le correspondía heredaba el puesto, el sistema político-gremial-estatal argentino funciona exactamente igual.
Los plebeyos son los que trabajan y un noble jamás le dejará a un "inferior" acceder a lo mismo que él. Bueno, por algo rodaron cabezas reales cuando todo eso no se pudo sostener.
La política argentina, llena de funcionarios y parásitos que odian al pueblo que trabaja y provee, tiene la cabeza cerca de la guillotina de forma permanente y trata de convencernos a notrosos que el enemigo es, en realidad, otro que también trabaja y se esfuerza día a día.
Su mayor temor, después de no poder gozar de privilegios, es que nos demos cuenta que no tienen poder real alguno, que su cabeza ha de entrar en al guillotina y con total frialdad podríamos tirar de la cuerda que la activa sin perder ningún valor para la comunidad.