Los billetes del estanciero

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Ya nadie se preocupa, ni se fija, si un billete es falso. La pérdida de confianza en el billete que se usa en la calle es tal que ni siquiera nos preocupa.

La moneda puede cumplir la función de ahorro de valor y la de transacción, pero, al parecer, sólo esta última nos interesa.

Cuando un billete nuestro valía más de un dólar obviamente nos preocupábamos por su validez ¿Es falso? ¿Es verdadero?

En la medida que dichos billetes perdieron su valor y se consagraron en una miseria monetaria, ya nadie se molestó, siquiera, en falsificarlos. No tiene sentido.

Si hoy recibís un billete de $1000 falso ¿Cuál es el problema? Hasta lo coleccionarías por curiosidad porque el costo de crearlo es muy superior al valor real de la moneda. El que perdió dinero es el falsificador.

Todavía faltan meses para que veamos billetes de mayor denominación, como de $10.000 o $20.000, sin embargo ni siquiera en esos valores tendría demasiado sentido preocuparse. 

Hacen falta billetes de $100.000 para que vuelva a tener sentido y nos fijemos nuevamente si son válidos o no.

La moneda argentina perdió completamente su valor como ahorro y sólo conserva su función transaccional, es un caso curioso porque no perdió esto último. En los casos donde una moneda se cae completamente también pierde este recurso.

Se pasa al canje o al dólar, al euro o el oro, pero el billete sólo sirve para un sólo uso, cambiarlo por otra cosa rápidamente (o limpiarse el culo).

Sin embargo nuestro papel higiénico nacional todavía se puede usar para canjear por cosas aunque no confiemos absolutamente en nada más, ni su valor ni capacidad, es un monstruo extraño, atípico, que sobrevive de casualidad gracias a una economía totalmente pulverizada.

¿Cuándo fue la última vez que te fijaste si el billete era falso? ¡Si ni siquiera los oficiales funcionan en todos los cajeros automáticos!


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